Vistas de página en total

miércoles, 8 de abril de 2020

Paciencia

Son casi las tres de la mañana cuando comienzo a escribir estas líneas y no sé en qué momento caeré rendido esta noche. Esto no es algo nuevo para mí, hace 10 años dos acontecimientos pusieron patas arriba mi horario nocturno y, desde entonces, no necesito más de cinco o seis horas de sueño diario.

La verdad es que a pesar de esta habitualidad mía de dormir bastante poco, los hechos que estamos viviendo (o más bien padeciendo) estando terminando de arruinar mis pocas horas de descanso. Una cabeza que da vueltas, cual lavadora centrifugando a miles de revoluciones y un cuerpo cuyo cansancio es mental y no físico, ven como el reloj avanza lentamente en el silencio de la noche.

Me he negado en rotundo a ir contando los días que llevamos de confinamiento/cuarentena/encierro y juro que si no fuera porque hay gente que lo comparte y recuerda a diario, no sería capaz de decir una cifra sin tener que pararme a echar cuentas antes. Hoy, por primera vez después de tantos días sin moverse de casa, mi hija me ha dicho que cuándo podría salir, que necesitaba volver a ir a la calle. Sólo he podido decirle que espero que muy pronto, pero que hasta entonces debía tener paciencia.

Después de 25 días sin ver a su primo o sin poderle dar un beso y un abrazo a los abuelos, con el único consuelo de darselos de manera virtual mediante la videollamada diaria, yo creo que ha hecho gala de una paciencia y una madurez para afrontar la situación, tal vez, impropia de una niña de solo 11 años.

Esta pesadilla va a sacudirnos a todos, en mayor o menor medida, de tal manera que será muy difícil retomar esa bendita normalidad, antes llamada rutina y de la que muchas veces nos hemos quejado y hoy tanto añoramos.
Pero los que no van a olvidar todo esto tan facilmenfá van a ser ellos, los más pequeños de la casa. Se han visto privados de tantas cosas en tan poco tiempo, que para muchos estará siendo duro no poder ver a sus compañeros de clase a diario o defender los colores de sus equipos cada fin de semana junto.
A los mayores nos toca predicar con el ejemplo y ser responsables, entenderlos ahora más que nunca y, aunque sea jodidamente complicado, desconectar de nuestros problemas (que son muchos a buen seguro) y dedicar buena parte de nuestro tiempo a hacer más llevadero este encierro al que se ven sometidos.

Cierro acordándome de nuestros mayores, esos mayores que lucharon contra todo y contra todos durante buena parte de su juventud y que ahora el bicho este se ha llevado por delante a muchos de ellos. Cruel es la forma de irse y aún más cruel es el no poderles despedir como se merecen. Es un desenlace terrible para el que, hasta el más duro de los corazones, no está preparado anímicamente.
Para los que resisten es duro no poder estar con la familia, especialmente con esos nietos que son el motor de su vida y sus besos son más efectivos que cualquier pastilla contra la tensión o el colesterol.

Aguantad por ellos, porque ya va quedando menos y todos esos besos y abrazos que hoy nos debemos, nos los cobraremos con creces entonces.

Buenas noches.